Cuentos para alucinar
- Heidi Paola-Sebastian Cifuentes
- 4 jun 2016
- 2 Min. de lectura

Seres que habitan un mundo hostil y sufren alucinaciones, a veces por tomar psicotrópicos con los que enfrentarse a esa realidad, pero en otras son sustancias que les inyectan sus torturadores, miembros de la dominadora corporación SaintRei, para sacarles detalles de la rebelión que encabeza un líder, Orlewen. En ese ambiente asfixiante y turbio, el de una isla llamada Iris, intentan vivir los personajes de los cuentos que el escritor boliviano Edmundo Paz Soldán(Cochabamba, 1967) ha recopilado bajo el título de Las visiones (Páginas de Espuma). Este narrador creó ese mundo en su novela Iris (2014) y ahora ha querido “trazar una historia paralela a él”, dice. A pesar de que hay una trama que une los 14 relatos, su autor se propuso, “como desafío formal”, que los cuentos se puedan leer por separado o incluso en el orden que prefiera el lector.
Quien, de cualquier forma, pase las 168 páginas del libro hallará “varios géneros populares mezclados: ciencia ficción, fantástico, literatura del horror… eso me ha permitido entradas tangenciales a la realidad que me interesaba contar”, describe este profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad estadounidense de Cornell. En su trayectoria, se ha balanceado entre la novela y los cuentos, y ahora cayó de nuevo sobre estos: “En la novela hay que agotar un mundo y describirlo en sus detalles más minuciosos. Sin embargo, en el cuento te puedes concentrar en un personaje, en una situación, y no necesariamente agotarla. El cuento trabaja más con la sugerencia”.
Esa estructura narrativa está formada por un lenguaje de palabras inventadas: los “shanz” (soldados), una especie de aves, los lánsès”… Paz Soldán explica que si inventó “un mundo tan intervenido, el lenguaje debía estarlo también, debía ser un lenguaje sucio, por decirlo de alguna manera”. Entonces, ¿corre riesgo el lector de enmarañarse en ese texto de neologismos, palabras inventadas, indigenismos, arcaísmos…? “Parto de que todo debía ser explicado por el contexto, si hay cosas para perderse no es necesariamente malo. Escritores de México como Yuri Herrera o Élmer Mendoza están siendo los más radicales en la reinvención del español y cuando los leo hay cosas que no entiendo. Sin embargo, lo que entiendo es suficiente para captar una atmósfera o un personaje. No necesito que la literatura sea cien por cien transparente, no es un ensayo sociológico”.



















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